26 de junio de 2010

Patentes infames

Sakalava
Poblado Sakalava, costa noroeste de Madagascar, agosto de 2007

Poco a poco se va sabiendo... grano a grano se deja ver... los monstruos del negocio, del poder y del dinero no conocen límites ni se piensan detener ante nada. No quieren regulación ni control por parte de ningún gobierno. Obama dice en estos días que "hay que seguir creciendo". La timidez de Europa pidiendo regulaciones será nuevamente achantada, porque lo que en realidad esconde esa tibieza, según parece, es que nadie sabe qué hacer para cambiar la gestión de un mundo convertido todo él en mercancía, incluidos los seres humanos que lo habitan. Si alguien alberga alguna duda sobre las dimensiones que está alcanzando este despropósito ignorante y criminal, puede echarle un vistazo a un más que interesante documental que dirigió en el año 2004 Deborah Koons García: The future of food.

Las leyes son artificios con los que los seres humanos nos controlamos unos a otros ante la evidencia de que somos potencialmente peligrosos, una vez perdido el sentido común que emerge de la lucidez, de la conciencia, una vez asumido, siglos ha, el "sálvese quien pueda". Nos es cómodo obviarlo, y delegamos en parlamentos, gobiernos, instituciones, empresas y medios de comunicación la gestión y explicación de nuestras vidas. Se supone que mediante la ley se puede perseguir y castigar a quien cometa un delito. Pero nos hemos vuelto tan absolutamente locos que ya la utilizamos para facilitar el trabajo a los criminales. Hasta el punto de que alguien pueda, por ejemplo, patentar semillas y genes. Como si nada... Mira y escucha con atención el vídeo que sigue al final de este texto. Lo emitió, parece ser, el Canal Odisea, aunque yo me acabo de enterar... No lo encontrarás programado en ningún 'prime time'. Si te cuesta prestar atención a esos 55 minutos de documental, reflexiona... Quizás estés cayendo en la trampa. Para que estas barbaridades medren, es vital que perdamos la capacidad de escuchar y comprender, de percibir con serenidad, de prestarle atención a la naturaleza, a nosotros mismos (que formamos parte de ella, pero no la poseemos), que perdamos la calma y trotemos desbocados por los paisajes oníricos de la publicidad, el consumo, la prisa, la comodidad, la estupidez... perfectamente premeditados...

Parece que nada podemos hacer ante tantas monstruosidades, salvo dejarnos abrumar y lamentarnos. Sinceramente, creo que no es así. Tenemos la posibilidad, y la responsabilidad, de modificar positivamente nuestro ámbito personal y desde ahí actuar en nuestro entorno más cercano. Una sugerencia: consulta la Guía Roja y Verde de Alimentos Transgénicos de Greenpeace, para prestar más y mejor atención a lo que comes, y para ayudar a frenar el comercio de alimentos transgénicos. Si los ciudadanos tomásemos conciencia del poder real que tienen nuestras acciones cotidianas de consumo, el mundo cambiaría. No nos lo van a facilitar desde los poderes establecidos, desde los gobiernos, empresas, instituciones o medios de comunicación, que ya vamos viendo de qué van, pero podemos hacerlo de uno en uno, poco a poco, grano a grano... Toma conciencia. Háblalo con las personas que tengas cerca. Actúa. Nos va la vida en ello.



El futuro de la comida, Deborah Koons García, Lily Films, 2004

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