14 de marzo de 2010
Los cuervos
"Campo de trigo con ciprés", Vincent Van Gogh, septiembre de 1889
En 1990, hace ya 20 años, estuve en Amsterdam y en Otterlo contemplando la gran exposición retrospectiva de la obra de Vincent Van Gogh que tuvo lugar aquel año, un siglo después de la muerte del pintor (Auvers-sur-Oise, Francia, 29 de julio de 1890). Siempre sentí algo especial ante las turbulencias de energía con las que Vincent pintaba el cielo, el campo, las flores, las estrellas, los edificios, los rostros, como si se pudiera percibir en todo ello la materialidad del alma de la luz y de las formas. Recuerdo que en aquella ocasión en Holanda, al pasear por las salas que contenían casi la totalidad de su obra y sentir la fuerza que emergía de los cuadros, descubrí una dimensión profunda, nueva para mí, de la pintura. Un viaje hacia el interior fascinante de las cavernas de la mente donde se fabrican cielos e infiernos.
Con sus "Cartas a Théo", en las que se sinceraba con su hermano, aprendí algo más de su tortuosa vida, de sus angustias, de su pasión. A través de sus pinturas y de sus palabras uno puede asomarse al interior de la mente y del sufrimiento. También al interior de la belleza... Y, como se trata de un genio, esa interioridad no se limita al ámbito de la persona, sino que adquiere, en diversos niveles, un valor universal. Quizás sufrir con mayor intensidad es un sacrificio que rescata de la mediocridad a los verdaderos artistas:
"El que vive sinceramente y encuentra penas verdaderas y desilusiones, que no se deja abatir por ellas, vale más que el que tiene siempre el viento de popa y que sólo conoce una prosperidad relativa". (De una de las "Cartas a Théo")
Especialmente revelador es el proceso que refleja la comparación entre estos dos campos de trigo. La capacidad destructora de los pensamientos que convierten la luz en pesadilla, los cuervos que se desgarran de entre las espigas para integrarse en la oscuridad de la tormenta. Poco después de pintar este último cuadro, Vincent Van Gogh se suicidaba. Dejó pintado y escrito un gigantesco testimonio sobre la intensidad de la vida, sobre las fronteras de la cordura, sobre la inefable belleza de las cosas. Este cuadro cerraba la exposición del Museo Van Gogh de Amsterdam como un telón que cae al final de la representación de una ópera romántica.
Ante él recuerdo la canción "Vincent" de Don Mclean:
"You took your life as lovers often do. But I could have told you, Vincent, this world was never meant for one as beautiful as you".
Este mundo nunca fue hecho para alguien tan hermoso como tú...
"Campo de trigo con cuervos", Vincent Van Gogh, julio de 1890
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