En torno a la película de Philip Gröning "El Gran Silencio"
Quisiera releer, o repensar, algo que ya está publicado desde hace algo más de dos años en babab.com. Quizás porque cada vez me parece más urgente el regreso al interior... Y porque el silencio no es un adorno para la amabilidad de la vida, sino una necesidad, una emergencia para recuperar el sentido de la vida.
"La meditación consiste en ser consciente de cada pensamiento, de cada sentimiento; en no juzgarlos como buenos o malos, en observarlos y moverse con ellos. En ese estado de observación se empieza a comprender todo el movimiento del pensamiento y de los sentimientos. De esa lucidez nace el silencio". (Jiddu Krishnamurti)
"También en el cine el silencio es tema y materia. Como todas las artes del tiempo necesita del silencio. Para respirar, para sentir, para comprender, para profundizar, para descansar, para ser, para alargar, para hipnotizar… Y se habla de él como si supiéramos que nos ayuda a vestir de mágico lo que decimos: "El silencio del agua" (Sabiha Sumar; 2003), "Un mundo de silencio" (Roberto Maiocco; 2005), "La hora del silencio" (Eric Barbier; 2000), "El silencio" (Jamie Barbit; 2005), "El silencio de los corderos" (Jonathan Demme; 1991), "La ley del silencio" (Elia Kazan; 1954), "Silencio roto" (Montxo Armendáriz; 2001), "El día que murió el silencio" (Paolo Agazzi; 1998),… Pero, de repente, como si no se hubiera gestado durante más de dos décadas, aparece en las pantallas "El Gran Silencio" (Philip Gröning; 2006). Y la gran pantalla de la mente se conmueve ante su presencia. Y el silencio traspasa los ámbitos translúcidos de la poesía y se encarna en una realidad desnuda y contundente".
(La gran pantalla)
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